Los Circos Fantasmas
En Antioquia hay por lo menos 30 circos tradicionales que no están en el radar del Instituto de Patrimonio y Cultura.
Colombia es un país cirquero. Colombia es un país que ha visto crecer dentro de muchas carpas generaciones que desde que nacen tienen el arte tatuado en el corazón. Colombia es un país que poco a poco está siendo testigo de cómo dejan apagar una de las tradiciones artísticas más importantes de la historia.
Antioquia, por ejemplo, es uno de los departamentos donde más se han fundado circos tradicionales y donde se ha peleado contra viento y marea para mantener en alto este legado, sin embargo, desde que llegó la inesperada pandemia el panorama se fue haciendo cada vez más desalentador, pues, aunque nadie pudo librarse de la crisis, un sector artístico como este aún casi dos años después, sigue en la lista de espera cuando casi todo está reactivado al 100.
En los periódicos las noticias cada vez son más esperanzadoras, hay respuestas del gobierno, reuniones para apaciguar la crisis económica, soluciones para que muchos colombianos puedan reabrir sus negocios, e incluso, múltiples opciones para sobre llevar la crisis; pero sobre los circos no se dice nada.
En Marinilla Antioquia, el circo de los hermanos Daza se aferra con pasión e ilusión a su legado familiar que lleva tres generaciones, y al mismo tiempo – gracias a su mediana carpa que está puesta en una de las principales entradas al Municipio – llenan de color y de alegría a muchas personas, que encuentran allí dentro, un lugar seguro para escapar de la rutina. Pero, además, es hasta ahora el primer circo tradicional en Antioquia que ha podido volver a pisar el escenario, aunque la historia ya no es la misma.
Las exigencias para el artista de circo no cambiaron en el marco de la pandemia, por el contrario, incrementaron significativamente. lo que implica que además de la inversión mínima que debe haber dentro de las carpas, que oscina entre 70 y 80 millones de pesos, Ricardo y Daniel Daza, tuvieron que cubrir otros gastos, como, por ejemplo, una póliza que cuesta alrededor de 1 millón de pesos, un lavamanos que costó 700 mil, comprar una bomba desinfectante, antibacteriales, mascarillas y otras cosas que sumaban más de 3 millones de pesos. Todo esto a cambio de un aporte voluntario para quienes anhelen entrar a ver el espectáculo.
Cuando dimos este paso no lo hicimos por nosotros, sabemos que las personas apenas se están levantando de la crisis, y que fijar una boleta era exigir demasiado. Pero también sabíamos que la salud mental de muchos podía estar peor que la parte financiera, y eso nos motivó a invertir los ahorros que teníamos con el fin de reabrir la carpa y traer un poquito de paz dentro del caos.
Las funciones se hacen los sábados y domingos a las 7:30 de la noche, y sin importar cuánto se recoge a la entrada, los espectáculos duran una hora y diez minutos, y se hacen con el mismo amor y profesionalismo de siempre.
Aunque esto sea en su máxima expresión “trabajar con las uñas” por el amor al arte y a la cultura, no basta el corazón cuando no hay un apoyo desde las entidades encargadas, pues los hermanos Daza aseguran que después de ocho meses de apertura, no han tenido ninguna visita por parte de la secretaria de Cultura, ni mucho menos por el Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia, que ni siquiera estaban al tanto de que ya un circo estaba abierto al público.
“La verdad es que hasta ahora no tenemos conocimiento de si algún circo tradicional aquí en Antioquia se ha reactivado o no después de la pandemia, incluso no hay un censo de cuantos de estos circos hay en el departamento, es muy complicado” Dice Hugo Valencia, quien pertenece al Instituto de Cultura.
La carencia de una base de datos representa de ante mano, la imposibilidad de tener una base sólida sobre la cual construir una solución. En Antioquia hay por lo menos 30 circos tradicionales que no están en el radar del instituto, por lo que evidentemente no han recibido ningún tipo de ayuda en medio de la contingencia.
El fondo del impuesto IVA que se recogía para arreglos patrimoniales, según Hugo Valencia, en la pandemia fue redireccionado y repartido entre los artistas de Antioquia, valor que inicialmente ascendía a 3.910.000 pero que tuvo algunos recortes. “Eran casi 7.000 personas las que cumplían con los requisitos para darles plata, la cual sí se invirtió. Ahora, que tan bien haya sido invertido ese dinero por las personas no lo sabemos”.
Por otra parte, los hermanos Daza aseguran que a los circos tradicionales no les tocó nada de ese dinero, pero claro está, que, si ni siquiera los tienen identificados desde el Instituto, difícilmente podían incluirlos en los miles de artistas que estaban intentando sobrevivir a la crisis.
Muchos cirqueros se vieron obligados con la extensión del COVID-19 a arrumar sus carpas, otros tuvieron que venderlas porque no tenían como pagar un alquiler, y otras familias se vieron obligadas a recibir cualquier peso por todo el material que tenían para poder comer. ¿Cuál es el trasfondo? Ambos lados, tienen una percepción distinta.
“Aquí nunca ha venido un líder de circo tradicional a querer dialogar o proponer cosas, la percepción que ellos tienen de las instituciones es que las reuniones son para cobrarles impuestos, u obligarlos a pagar cosas que normalmente evaden, por eso es difícil identificarlos. La última vez sacamos nueve vacantes para la convocatoria, cuatro quedaron vacías y ningún circo se postuló, y son estímulos de casi 18 millones. No hay comunicación”. Expresó Hugo.
“Sacan tres o cuatro convocatorias para más de cuarenta circos, pero en realidad los requisitos que uno debe cumplir para participar son ilógicos, sin contar que por ley les toca sí o sí abrir esos proyectos. Además, no se interesan por nosotros, ni siquiera acá en Marinilla han venido de la misma alcaldía a apoyarnos en algo. No les importa hablar”. Afirmó Ricardo Daza.
Los circos sin duda alguna tienen identidad a través de las carpas. Ese es su sello personal: la magia de entrar allí y ver un espectáculo que funciona perfectamente bajo esta estructura. Si las carpas desaparecieran, el circo tradicional también. “A veces nos toca acomodarnos en lugares indignos con tal de que nos dejen presentar en esos Municipios, sabiendo que uno ve predios grandes y en buen estado desocupados. Creen que la profesión del circo es algo lamentable, cuando es pura magia” dice Daniel Daza. A esta problemática no se niega Hugo Valencia, quien asegura que el crecimiento de las ciudades y la expansión del territorio cada vez ha desplazado más las oportunidades de establecer circos en algunas partes, sobre lo que tampoco se hace un control. Es a esto a lo que le apuestan los hermanos Daza con alma vida y corazón, pues no conciben la idea de tener que bajarle el telón a una tradición familiar que les ha regalado la verdadera felicidad. Y así como ellos, hay muchos circos tradicionales en Antioquia esperando ser reconocidos y asistidos por el gobierno, mientras que, por otra parte, el gobierno espera a que los líderes de cada circo vayan a tocar las puertas. El problema, es que esa ruptura de comunicación, esa falta de conocimiento por este sector en el departamento y de sus historias, trayectoria y trabajo, está poniendo en riesgo la desaparición total de una de las tradiciones culturales más importantes del país; los circos.